El viernes pasado fue uno de
esos días de los que Dios te regala para saborear sus detalles.
Pasé la tarde con Vicky y Conny, comimos juntas, y
aprovechamos para ponernos al día. Entre el ajetreo de los trabajos y la
universidad habíamos dejado a un lado nuestros momentos únicos de hermanas.
Vicky nos preguntó si queríamos acompañarla a visitar
a la abuelita. Obvio que aceptamos. Vicky es voluntaria en un programa del
ayuntamiento de Barcelona enfocado en personas mayores. Tiene asignada desde
hace unos años a una abuelita a quien visita, comparte y le da su cariño.
Quima, tiene 88 años y vive sola en un apartamento
impecable; súper limpio y oloroso. Ella enviudó desde muy joven, no tiene hijos
y sus familiares más cercanos se encuentran en las afueras de Barcelona. A
pesar de que tiene dificultad para mover su brazo derecho y camina lentamente sosteniéndose
de su bastón, posee una actitud súper jovial, no se queja de nada y tiene una
sonrisa que te hace encariñarte de ella desde la primera vez que la ves.
Le encantan los dulces, las plantas y es muy
conversadora, en el poco tiempo que estuvimos en su casa nos contó sobre su
vida y se interesó por la nuestra. En un momento tuve que contener las lágrimas
porque es increíble como una persona tan mayor y aun teniendo dificultades físicas,
pueda hacer su vida tan normal, hacerse sus propias cosas, reírse y ser tan
cariñosa con las personas que acaba de conocer.
Que alegría poder conocer a Quima y dar testimonio
que no importa cuántos años tengas, la alegría y el amor a la vida se pueden
transmitir a los demás, tan fácil como el aire que respiras.