Camino al Santu observe a una abuelita en el Metro que iba con sus dos
nietos. El más grandecito tenía que llevarle como 3 o 4 años al pequeño. Me
llamo la atención porque ambos iban vestidos igual, me recordó esos momentos
cuando Junior y Juan estaban pequeños que mami siempre los vestía iguales o muy
parecidos y la gente preguntaba si eran mellizos. :P
Justo a mi lado se desocuparon dos asientos y los dos niños corrieron para sentarse y se peleaban por el asiento. Al darme cuenta de la situación, me rodé rápidamente hacia la derecha y los peques pudieron acomodarse en dos asientos contiguos.
El más pequeño estaba más que feliz y le brillaban los ojitos, la abuela le decía que me agradeciera por dejarle el asiento. Y el, por vergüenza no decía nada, luego ella me miro y me dijo, es su primera vez que viajaba en el Metro.
Con razón estaba tan emocionado!!! Que lastima que con el paso de los años vamos perdiendo esa ingenuidad y sentir felicidad por aquellas cosas que experimentamos por primera vez. La cotidianidad y la rutina se adueñan de la capacidad de revivir las cosas como la primera vez que las vivimos.
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