Recordaba con nostalgia los
tiempos en el cole, a los 17, estaba en cuarto de bachillerato, soñando en cómo
sería la vida universitaria y el mundo que me esperaba. Iba a ser grande si o
si. En ese momento nunca iba a imaginar que 10 años después iba a estar hoy en
Barcelona. Viviendo una vida lejos de mi familia, siendo grande y responsable
de mis decisiones. Dios ha sido muy grande conmigo, no me ha abandonado ni un
minuto, siempre me ha ido mostrando lo que quiere de mí.
Gracias Señor porque soy más que
afortunada, hoy con veintisiete años tengo familia, amigos, trabajo, he podido
estudiar y prepararme, cuento con un lugar donde puedo servirte y ser útil para
los demás. No me puedo quejar, porque nunca nunca, me ha faltado nada. Tú
siempre has estado ahí, supliendo las cosas materiales y espirituales.
Me siento más que feliz, porque he
sentido el calor de la gente que me quiere, y me han hecho sentir la persona más
dichosa del mundo mundial.
¡Benditos veintisiete!
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