martes, 21 de febrero de 2012

No se leer ni escribir


Buen día, hermanos en el Señor. Que la Paz de Jesucristo, que sobrepasa toda dificultad, nos llene, y, por la intercesión de san Pedro Damiani, alcancemos ser ejemplo de santidad en el conocimiento del Amor que Dios nos da en todos los que nos rodean.

La semana pasada tuve la oportunidad de reunirme con la encargada de las catequesis del Arzobispado de Santo Domingo, para hablar una serie de temas necesarios para la formación católica. Ella me hablaba de cómo muchas personas con estudios universitarios o profesionales se acercaban a ella, proponían cosas muy buenas, y, luego de unos meses, no volvían o perdían el interés, en contraste con personas de escasos recursos que, sin tener lo necesario para ayudar, decían que ayudarían y daban lo poco que podían dar. Y sobre esto quiero que reflexionemos hoy, porque no sucede sólo en las catequesis de este país, sino en todo el mundo, y es muy curioso que los de clase baja sí se comprometan, y los otros no.
¿Qué es lo que esperamos para dar lo que Dios nos ha dado? Dios nos ha dado la inmensa oportunidad de conocer más de Él, por emisoras de radio, por televisión, por medios sociales, por laicos comprometidos que dan talleres… Y aún no somos capaces de salir de donde estamos para dar a otros que no tienen la oportunidad de conocer más de Dios de estas maneras. Sinceramente, repito la pregunta, ¿cuáles son las condiciones que esperamos para dar de esto? Si lo que esperamos es tener todo el conocimiento posible para darlo a los demás, nunca lo daremos, porque el conocimiento de Dios plenamente se alcanza al final de nuestras vidas, en la eternidad. Si lo que esperamos es poseer las herramientas físicas (vehículo, proyector, pancartas, etc.) para que los demás puedan acceder al conocimiento, nunca lo daremos, porque siempre habrá mejores herramientas cada día. Entonces, ¿qué es lo que esperamos?
Una de las cosas que me dijo la encargada de la Catequesis me dejó pensando. En uno de los talleres para catequistas que ella estaba impartiendo vio que una de las señoras catequistas estaba dibujando mientras ella hablaba. Esta actitud de la señora indignó a la charlista, la cual le llamó la atención al final del taller, porque era una desconsideración de su parte estar haciendo dibujos mientras ella estaba dando todo lo que podía dar para formar a los catequistas. La señora pidió disculpas y le dijo que ella no sabía leer ni escribir, y que la única manera que tenía para tomar apuntes de esas cosas que la charlista decía era dibujando. La señora siguió explicándole que ella hace los dibujos, y luego va a su casa, donde una nieta suya copia lo que ella le dice a partir del dibujo que ella hizo. ¡Qué interesante es pensar que nosotros esperamos perder el miedo escénico, tener una buena oratoria, conocer muchas citas bíblicas y magisteriales para dar una charla de veinte minutos, cuando esa señora, que ni siquiera sabía leer o escribir, daba su vida para que otros conocieran a Jesucristo!
Al Señor no le interesa cuánto tiempo has pasado conociéndolo, sino la calidad del tiempo que has pasado con Él. Un conocimiento de Jesucristo es siempre verdadero, y, por lo tanto, una persona que habla de su experiencia con un Jesucristo real, está siempre hablando apegado a la Verdad. Pero debe ser una experiencia real, una vida de oración plena y obediente. Muchas veces es indignante ver a muchos hermanos que hablan de un Jesucristo muy relativo con respecto de las realidades del mundo, sin embargo, tú que has venido formándote en tu parroquia, en tu comunidad, por la radio o los medios sociales con la santa Madre Iglesia, no abres la boca. Nuestra Iglesia necesita testigos, no sólo intelectuales en la fe. Nuestra Iglesia necesita personas comprometidas que quieran formarse por Amor a los demás y por Amor de Dios, y tú ya has tenido esa oportunidad. ¿Qué te impide escribir, formar, grabar, educar, catequizar, predicar? Ármate con la armadura de Dios y deja que los demás vean lo que Él ha hecho en ti y puede hacer en ellos. No tengas miedo, que si una persona que no sabe leer y escribir, como los apóstoles, evangelizó el mundo, ¿cuánto más no podrás hacer tú?

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