Llego el gran día. Luego de meses de espera
había llegado el momento en el cual iba a re-encontrarme con miembros de mi
familia. Tía Mary y Ramón decidieron venir a visitarme y de paso aprovechar el
viaje para dejarse enamorar por las bellezas que este viejo continente posee.
Ese sábado estaba todo preparado para ellos,
la casa lista para recibir a los huéspedes de honor… fui a buscarlos al aeropuerto
y mientras esperaba empecé a sentir una emoción que no podía controlar, parecía
una niñita pequeña esperando con ansias la llegada de sus padres. Fue tan
fuerte el sentimiento que hasta los ojos se me aguaron, y me dije a mi misma “Rosalía, contrólate, no puedes llorar, aun
no llegan”. Pues desde que los vi salir de la puerta, no pude controlarme.
Al abrazar a tía Mary sentí que abrazaba a todos los que había dejado en
Dominicana hace un año atrás. Fue un momento súper intenso, y como se imaginarán tía también lloró. (Es un defecto de familia :P)
Que rico es tener a la familia cerca, hablar
de todos, revivir con ellos todos los momentos significativos, reírnos, conocer
nuevos lugares y mostrarles lo mucho que he aprendido viviendo aquí. Estoy súper
feliz de tenerlos en casa, que te añoñen y que te traigan un pedacito de tu
tierra, desde los platanitos hasta el dulce de coco que hace Giovanna. Uff,
simplemente sin palabras!
Gracias Papa Dios por la inmensa dicha de
tener familia y por darles la oportunidad a ellos de poder venir a visitarme.
Pa y Ma, pónganse las pilas! Que siguen
ustedes J