Luego de casi 16 horas de recorrido, incluyendo
2 aviones y una larga espera en Madrid, pisamos suelo Barcelonés. Un color gris
cubría el cielo y llovía… esa fue la bienvenida. Un día perfecto para estar en casita.
Me monté en un taxi,
estaba tan cansada que los ojos se me cerraban de camino a casa. Y después de
estar despistada me fije que había un arcoíris en el cielo, el más grande que había
visto. Parecía que cruzaba Barcelona de punta a punta.
Es increíble que entre la lluvia y lo gris del
cielo, entre lo hambrienta y cansada que me encontraba, ahí estaba Jesús regalándome
un arco de colores que me iluminaba lo que quedaba de día.
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