“Si uno, que se dice cristiano, no vive para
servir, no sirve para vivir”
Papa
Francisco (Viacrucis Blonia, JMJ Cracovia 2016)
Esa frase se
me quedó en la cabeza. El Papa Francisco la pronunció luego del Viacrucis del
viernes sobre las 20.20hrs cuando estábamos saliendo del Parque Blonia. Ya
la había dicho antes la Beata Madre Teresa de Calcuta quien dio ejemplo de ella
con su misma vida.
Los
cristianos estamos llamados a entregarnos, a dar un si porque si. Y la
recompensa, es recibir mucho aun dando poco de nosotros.
Esta JMJ fue
mi primera experiencia de jornada. Como joven cristiano te pones la meta de ir
al menos a una JMJ en tu vida. Yo ya lo he logrado, he podido cumplir este
sueño y doy muchas gracias a Dios por este regalo. Porque me puso en el lugar
indicado y con las personas indicadas para vivir esta aventura a la mayor
plenitud.
Estos 8 días
han quedado marcados en mi vida de una manera excepcional: el viaje hasta
Cracovia, visitar el campo de concentración de Auschwitz, la ciudad Wadowice
donde nació, creció y se formó JPII, la peregrinación de 20km hasta el
Santuario de la virgen negra de Częstochowa, vivir y compartir 4 días con una
familia polaca, tener un momento intimo con Dios en la Celebración del Perdón,
el festival de la Juventud en Bochnia, peregrinar bajo lluvia hasta el
Santuario de la Divina Misericordia de
Sor Faustina, sobrepasar la multitud hasta llegar al Parque Blonia a la Misa de apertura de la jornada, el
Viacrucis (el mejor que he hecho en lo que tengo de vida), la vigilia en el
Campus Misericordia, ver al papa de cerca y la misa de envío. Son momentos que nunca olvidare y lo mejor de
todo es que pude vivirlos en Comunidad. Sé que si no hubiera estado con este
grupo de jóvenes, la experiencia no hubiera sido igual.
Lo que más
me ha impresionado es darme cuenta que hay tantas personas dispersas por el
mundo que creen en lo mismo que yo, que son felices porque tienen a Jesús en su
corazón, y que su fuerza y móvil es el amor. Un amor que hace dejar la
comodidad, sus casas, su día a día y salir a la calle de un país desconocido a
peregrinar con la mente, el alma, el espíritu y un corazón contento. Conocer
gente que como yo o nosotros, no tienen tan fácil el poder llamarse cristianos,
como aquellos chicos del Líbano, Siria o Irak que conocimos. Han tenido que
recorrer miles de kilómetros para vivir la JMJ, es muy valiente de su parte y
es un testimonio muy grande para todos, arriesgar su propia vida por estar con
el Papa.
De esta
jornada yo me quedo con toda la gente que he conocido y compartido, muchos han
sido ángeles en medio del camino. Y sobre todo espero que no se apague este deseo
de hacer cosas para que los demás sientan los mismo que yo y conozcan al mismo Jesús que yo conozco y
que está en medio de nosotros cada día.
Ojalá que podamos marcar la diferencia en nuestro alrededor y pongamos nuestra
vida al servicio de los demás.
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