En la mañana del 12 de enero del año 2007, un
violinista ofreció un concierto en una estación de metro de la ciudad de
Washington.
Apoyado contra la pared, junto a un tacho de
basura, el músico, que más parecía un muchacho de barrio, tocó obras de Schubert y otros clásicos,
durante tres cuartos de hora.
Mil cien personas pasaron sin detener su
apurado camino. Siete se detuvieron durante algo más que un instante. Nadie aplaudió.
Hubo niños que quisieron quedarse, pero fueron arrastrados por sus madres.
Nadie sabía que él era Joshua Bell, uno de los
virtuosos más cotizados y admirados del mundo.
El diario The
Washington Post había organizado este concierto. Fue su manera de preguntar:
¿Tiene usted tiempo
para la belleza?
Tomado del libro “Los hijos de los días”
de Eduardo Galeano
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