En mis 27 años de vida no he tenido ningún contacto
directo con la muerte, o sea, nadie así full cercano ha fallecido. Sé de
personas que he conocido, que han enfermado y han fallecido, familiares de
alguien cercano o algo así, y ahora pensándolo bien tampoco lo he sufrido del
todo.
No es lo
mismo, sentir la muerte cerca cuando sabes que alguien está enfermo o mayor, o
que te enteres que se ha perdido la vida por un accidente de tráfico o que alguien
se la ha arrebatado. De todas formas es duro, perder a alguien, saber que esa
persona que estaba ahí o que veías cada día ya no está. Creo que lo más duro de
perder a alguien es la ausencia, no tenerla cerca, extrañar, recordar, y
arrepentirse de no hacer o decir ciertas cosas cuando la tenias de frente.
La vida se
nos escapa en un abrir y cerrar de ojos, vivimos de espalda a las cosas
cotidianas de la vida. Las cosas pequeñas se hacen grandes cuando se vive con conciencia
de aprovechar la vida, simplemente saber vivirla.
¿Por qué nos
da tanto miedo morir? ¿Será por todos los planes que tenemos a futuro? Por
todas las cosas que queremos hacer mañana, que nos olvidamos de HOY, de vivir
el presente. El regalo de día que nos regala Dios para hacerlo nuestro.
Todos estos
pensamientos se han volcado en mi mente desde que falleció Miguel, un Señor del
trabajo que estaba casi jubilándose. En enero le diagnosticaron cáncer y a
principios de este mes falleció. Solo 4 meses de lucha, la enfermedad lo consumió
y le arrebató todos los deseos y planes que tenía previsto para después de
jubilado. Así como él, vivimos todos, postergando cosas cuando tengamos esto o
aquello, y nos olvidamos de vivir… y así de repente, llega el momento de decir adiós
tan rápido o a veces no tenemos ni tiempo para despedirnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario