domingo, 17 de mayo de 2015

Decir adiós tan rápido…

En mis 27 años de vida no he tenido ningún contacto directo con la muerte, o sea, nadie así full cercano ha fallecido. Sé de personas que he conocido, que han enfermado y han fallecido, familiares de alguien cercano o algo así, y ahora pensándolo bien tampoco lo he sufrido del todo.

No es lo mismo, sentir la muerte cerca cuando sabes que alguien está enfermo o mayor, o que te enteres que se ha perdido la vida por un accidente de tráfico o que alguien se la ha arrebatado. De todas formas es duro, perder a alguien, saber que esa persona que estaba ahí o que veías cada día ya no está. Creo que lo más duro de perder a alguien es la ausencia, no tenerla cerca, extrañar, recordar, y arrepentirse de no hacer o decir ciertas cosas cuando la tenias de frente.

La vida se nos escapa en un abrir y cerrar de ojos, vivimos de espalda a las cosas cotidianas de la vida. Las cosas pequeñas  se hacen grandes cuando se vive con conciencia de aprovechar la vida, simplemente saber vivirla.

¿Por qué nos da tanto miedo morir? ¿Será por todos los planes que tenemos a futuro? Por todas las cosas que queremos hacer mañana, que nos olvidamos de HOY, de vivir el presente. El regalo de día que nos regala Dios para hacerlo nuestro.

Todos estos pensamientos se han volcado en mi mente desde que falleció Miguel, un Señor del trabajo que estaba casi jubilándose. En enero le diagnosticaron cáncer y a principios de este mes falleció. Solo 4 meses de lucha, la enfermedad lo consumió y le arrebató todos los deseos y planes que tenía previsto para después de jubilado. Así como él, vivimos todos, postergando cosas cuando tengamos esto o aquello, y nos olvidamos de vivir… y así de repente, llega el momento de decir adiós tan rápido o a veces no tenemos ni tiempo para despedirnos.

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