Toda persona que verdaderamente cree en el
matrimonio ansía envejecer junto a su pareja, para
cuidarse en la enfermedad y hacerse compañía en esos tiempos donde la soledad
se hace más grande.
Me lleno de alegría cuando me tropiezo por las
calles de mi casa, a cualquier hora, con
unos viejecitos agarrados de mano, sentados uno al lado del otro en el parque,
ayudándose a caminar o a cruzar las calles, saliendo de la iglesia. Se siente
un aire de mucha estima y amor en tu alrededor.
Hoy hablando con abuela Casilda, me di cuenta
que esto que valoro tanto en las calles de Barcelona lo tenía en Santo Domingo
en mis propias narices. Ella me contaba de cómo abuelo Matías sin tener fuerzas
para pararse de la cama, se levanta todas las noches de madrugada para llevarla
al baño. Dos viejecitos dignos de admirar, siempre juntos, apoyándose y
ayudándose el uno al otro.
Recuerdo una de las veces que abuela estuvo
interna… por más que le insistían a abuelo que se fuera a la casa a descansar,
no se movía ni un minuto del sofá que estaba a su lado. Un Señor tan lleno de
amor, con todo y que es de poco hablar sorprende a cualquiera con sus palabras
llenas de ánimo y cariño. ¡Qué bonito!
Deseo vivir eso… encontrar con quien envejecer
y que el amor se haga más grande con el paso del tiempo.
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