Hace poco alguien me recordó estas palabras de Dalai Lama “El propósito fundamental de nuestra vida es
buscar la felicidad”, pero la felicidad lamentablemente es muy subjetiva porque depende de los lentes de quien mire. Digo
lamentable porque este mundo consumista te lleva a querer mas y mas, a ser más
ambicioso y a perder de vista lo básico,
lo necesario, lo esencial…
Para muchos su definición depende de los bienes que se posee,
especialmente dinero o una casa, viajar,
tener éxito, ser prestigioso, tener títulos, en fin un montón de cosas que
dependen directamente del verbo tener.
En cambio, hay pocos que con el tiempo han podido entender que la
felicidad es igual a buenos momentos vividos, experiencias, buena compañía,
hacer lo que te gusta, una sonrisa, una carcajada, una canción, un postre, una
comida, un olor, un paisaje… cosas que uff simplemente te dejan sin aliento. La
felicidad es una ecuación fácil de resolver solo si sabes darle el verdadero
valor a las variables que la componen.
¡Las cosas que dan alegría y paz en este mundo son gratis! No necesitas
hacerte “rico” para obtenerlas… todo lo material se queda aquí, se pierde o se
vende cuando ya no estés.
Puedo decir que una de esas variables de mi ecuación tiene nombre y
apellido: Eduardo Javier (Amoi) y me hace feliz cada vez que hablo con él
o veo sus ojitos iluminados al sonreír. Y esa felicidad se potencia cuando por
Skype me escribe: “Eduardo te amaaaaaaaaaaaaa” y acompaña esa frase con un corazoncito o un
besito… simplemente me derrito! Eso es hacerse rico, olvidar las preocupaciones,
olvidarte de ti mismo, y llenarte de un amor puro y hermoso.
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