El día amaneció muy mojado… Salí de casa con
sombrilla en mano y muy abrigada. Porque si está haciendo frio, cuando llueve, hace más… hay una humedad que
se te impregna en los huesos.
Este invierno ha llovido más que el año
pasado y sobre todo ha sido más fresquito, lo que no ha ayudado a que uno se
recupere rápido de la gripe.
Hoy, mientras caminaba para tomar el bus, iba
pensando que aquí no llueve tanto como en Dominicana. Por eso la gente se
alegra tanto, porque la tierra se moja y todo se renueva. Me puse hasta un chin
poética e iba pensando en cómo Dios hace todo perfecto, así como la tierra
necesita de lo que trae la lluvia así necesitamos esta agüita que refresque
nuestras vidas con bendiciones. ¡Y eso que no soy de días lluviosos! Prefiero estar
tranquila en casita, no estar en la calle porque todo se complica. Pues mi
momento color de rosa duró solo un instante porque en lo que esperaba en la
parada del bus pasó un carro a toda velocidad y me mojó los zapatos y
pantalones… ¡Uff que perla! Lo siento, dije un taco (mala palabra), respiré y
retomé mi paz de martes lluvioso.
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