Trato de una vez al mes llamar a mis abuelos,
para darles un poco de cariño, escucharlos y para que no sientan tanto mi ausencia. Es increíble como estando allá,
teniéndolos tan cerca, me encontraba tan lejos de ellos… a veces pasaba semanas
sin verlos y hasta sin llamarlos, y todo seguía normal. Sin importar cuánto
tardara en acercarme ellos siempre estaban ahí dispuestos a regalarme de su
sonrisa, abrazos y rico amor.
Soy privilegiada, porque muchos quisieran
tener aun con vida a sus viejitos. Yo cuento con los cuatro, ¡Que bendición!
Tan diferentes en personalidad pero tan parecidos por lo cariñosos y atentos
que son, especialmente conmigo.
El viernes, luego de intentar varios días,
logré comunicarme con guelo Pancho. Nos actualizamos, nos reímos y hasta casi lloramos.
Pero lo más bonito de esta conversación fue lo mucho que aprendí en tan breves
minutos: Me contaba sobre cómo las personas de los Bancos a los que frecuenta ir
todos los días estaban preocupados por su ausencia de casi un mes por estar en
reposo porque tenía una pierna enyesada. Me sorprendí, como ellos se tomaron la
molestia de llamar a la oficina y hasta incluso a su casa para saber de él, me
imagino porque echaban de menos al viejito canoso, atento y cariñoso, que todos
los días les regala su sonrisa (Así como lo extraño yo). Como el mismo me dijo es que “El que da amor se le devuelve amor”. Y
el sí que da mucho, muchísimo de eso…
Luego al despedirnos me dejó sin palabras al
decirme que quisiera tener un corazón más grande para poder amarme más. Nadie
me había dicho eso antes. Qué alegría es poder sentirse amado, amar y poder dar
a los demás de ese amor que recibimos gratuitamente. J
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