lunes, 9 de julio de 2012

Ojos de luz


Fue un sábado intenso, despierta desde temprano pero con muchas ganas de seguir pegada a la cama (como siempre). Salí corriendo de la casa porque iba a llegar tarde a mi reunión al Santu, cuando estaba esperando el metro me percaté que había olvidado el celular. Busqué en mi cartera un libro para entretenerme leyendo, porque el trayecto era largo, y también lo había dejado.

Iba todo el camino pensando, meditando, hablando con mi misma. Mirando a todos a mí alrededor, contando los minutos y las estaciones que faltaban para llegar.  Imagínate, 14 estaciones (aproximadamente media hora de viaje)  es mucho lo que la mente puede inventar.

En la parada previa a la mía, observé que un chico se levantó de su asiento hacia la puerta guiándose con un bastón… era ciego.  Solo se guiaba por su oído y su bastón. Con mucha destreza se acercó a la puerta y al llegar a su parada se desmontó y empezó a caminar con mucha seguridad, sabiendo a donde iba.

Yo, minutos antes estaba preocupada porque no tenía que leer o chatear para entretenerme, me la pasé mirando a todos y este chico sin libro, sin celular y sin sentido de la vista iba tranquilo y seguro en su trayecto por el metro.

Gracias Señor porque a veces olvido lo dichosa y afortunada que soy por el simple hecho de contar con mis 5 sentidos; especialmente mis ojos, que aun con miopía y lentes puedo leer, mirar, guiarme por doquier y apreciar todo lo que me regalas día a día.  

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