Colocado en el mismo trayecto del sol,
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol….”
Oriundo de la noche.
Colocado
en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol….”
Así empieza el poema de Pedro Mir describiendo
la localización de nuestra hermosa isla. Desconocida por muchos y olvidada por
otros, que se encuentran fuera y dentro de ella.
Anteriormente mencionaba que una persona solo
tiene que salir de su país para empezar a valorarlo y extrañarlo… desde la gastronomía,
la costumbre familiar, las playas, las peculiaridades que solo se ven allá o
que simplemente son dignas de un dominicano. El dominicano por naturaleza es
amigable y servicial, donde quiera que vaya se destaca por ser bulloso y
revoltoso, se encarga de armar y darle forma a todos los canes sin importar la
hora o el lugar… cualquier cosa es motivo de festejo. El espíritu alegre y
entusiasta de la gente, junto a sus merengues y comidas, es lo que hace que
muchos se enamoren de la bella Quisqueya.
Sin embargo, es tan penoso, ser dominicano en
tierras extranjeras, donde muchos te señalan y te catalogan gracias a las acciones
de aquellos que estuvieron antes que tú. Decides salir de tu país, para
prepararte para la vida, ser mejor profesional, ciudadano y persona. Absorber todo
lo bueno que la madre patria te regala para tratar de borrar y/o limpiar la etiqueta de “Tenía que ser un dominicano”.
Hago todo este preámbulo para que puedan
entender esto que les contaré. Hace unas noches salí con Conny (mi
roomate querida) a dar una vuelta por las Ramblas, solo hicimos montarnos en el
metro para darnos cuenta que los muchachos bullosos que se escuchaban hablando
eran dominicanos. Es increíble lo rápido que nos identificamos en las calles,
cualquier expresión te delata. Al detenernos en la siguiente parada uno de los
muchachos sale corriendo y una muchacha le cae atrás, gritando que lo
detuvieran… nos asustamos porque aquí suelen carterear a las personas en el
metro y pensamos que ese muchacho la había atracado. Para nuestra sorpresa,
eran amigos y todo el alboroto fue para nada, simplemente para terminar
hablando de lo más normal.
Al ver esas acciones, solo dijimos tráganos
tierra… cual es la necesidad de llamar tanto la atención. Es un sentimiento que
te llena de vergüenza e ira a la vez, que te hace cuestionar si eres tú o ellos
los que están mal…. Para terminar la noche, de regreso a casa en el mismo
metro, entraron un grupo de 4 muchachos con aspectos de maleantes (y adivinen
que, eran también dominicanos), se acercaron a un grupo de muchachos y
empezaron a pelear (Todo eso dentro del metro en movimiento)… volvimos a experimentar el mismo sentimiento,
solo que esta vez elevado a la n-esima potencia.
La pregunta es, ¿Por qué los dominicanos
tenemos que ser pocos educados y siempre dar de que hablar? ¿Por qué no podemos
ser como otros latinos, que por lo menos muestran un poco más de respeto hacia
los demás? ¿Es mucho pedir?
Realmente no pensé que me iba a encontrar con
estas cosas por acá, y sobre todo con tanta frecuencia… aunque pensándolo bien
era de esperarse viendo la actitud y la forma de como muchos actuaban al momento
de buscar su visa al consulado, mientras estaba en espera de la mía.
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